Introducción
Desde la pirámide de jerarquía de necesidades humanas descrita por Abraham Maslow hasta el círculo dorado de Simon Sinek, diversos especialistas han desarrollado teorías acerca de qué nos motiva a los humanos.
Las conductas humanas están definidas por el modelo mental que reside en la persona, la construcción de la realidad con el cristal de la experiencia, la formación y los juicios que nos habitan.
En el mundo de los juicios y las emociones radican los que comúnmente llamamos “valores”. Aquellos preceptos que definen nuestro cómo deben ser las cosas.
Cuando formamos parte de una organización, empresaria, social, amistad, familia, nos relacionamos, principalmente, desde los valores compartidos.
En el mundo de las Empresas existen un importante número de colaboradores que no se sienten identificado por el propósito de la organización (valor transcendental) ni por sus valores (cómo vamos a hacer lo que hacemos). No obstante, continúan formando parte de estas Organizaciones por diversos motivos, de los cuales se suelen sentir prisioneros.
Estos perfiles de personalidad son los que otorgan título al presente artículo, son los “colaboradores que renunciaron sin irse”.
Caminan por los pasillos, asisten, cuaderno en mano, a las reuniones, almuerzan hablando sobre el fin de semana y se suman a la relajación de la máquina de café. Todo parece normal, un humano más dentro de la Organización. Sólo que este perfil esconde una decisión que no ha comunicado — y probablemente nunca comunique-. Renunció. Simplemente no lo informó a sus jefes, ni se lo contó a sus compañeros, ni realizó los trámites legales para ejecutarlo, sin embargo, ya renunció.
Físicamente sigue presente, ejecuta tareas automáticas y repetitivas, continúa conservando su experiencia y conocimiento y renunció. Su renuncia no es visible, pues, renunció emocionalmente.
Este ser humano ya no está dispuesto a agregar valor, a pensar creativamente, a desarrollarse, a motivarse. No comparte los valores, no se siente a gusto, no está de acuerdo con el hacer, aun así, convive en una prisión mental que no le permite ejecutar la decisión formal de la renuncia.
Al ser entrevistado, este perfil suele responder desde un sentido de justicia –no soy yo el que debería irse- o desde el heroísmo –lograré cambiar a todos en la organización-, una posición inconsciente de su emocionalidad y de los hechos que se suscitan a su alrededor.